sábado, 3 de junio de 2017

El arte y la eternidad



Soy un admirador rendido de Chema Madoz, por mas de una razón. Y después del libro de Asturias que le encargó la fundación Masaveu (Sr. Madoz, regáleme una copia del vinilo-faro, se lo ruego), mi fibra mas nostálgica ha quedado seriamente afectada. Dicho lo cual, cumple decir que, ademas de un gran fotógrafo, es un intelectual empapado de historia del arte.

Es este mundo del arte moderno (abstracción hecha de las llamadas obras efímeras y la madre que las parió) asistimos a un proceso acelerado de mestizaje de las más distintas técnicas y disciplinas. Ya no hay solo fotografía, collage, ready-made o poemas visuales. Atrás quedaron los  caligramas de Apollinaire, las cajas del grandísimo Joseph Cornell o los collages de Max Ernst como obras raras por únicas. El bombardeo de datos y el acceso inmediato a toda la información sobre tendencias artísticas provoca un empacho cuyo sueño, igual que el de los románticos, debiera vomitar no monstruos, sino prodigios. Y así, si tiramos de Madoz, afloran Mackaoui, Isidro Ferrer, Joan Brossa, Man Ray, los Ready-Made, los collages de Alfonso Buñuel.... Si buceamos en Ai Weiwei nos sale una mezcla de Marina Abramovic, Niki de Saint Phalle o los rockeros cubanos que se inyectaron el SIDA en los 80 como acto de rebeldía. Y así, figuras como Alexandre Dumas, Sironi, el Bosco, Goya (siempre Goya) y ese primitivismo que Picasso supo hacer salir del hipotálamo atávico perviven ad infinitum. Eugenio D'Ors (uno de los pocos que en el franquismo podía criticar y salir impune) decía que en arte lo que no es tradición es plagio, y es harto difícil encontrar una obra 100% original. No por un afán de copia, sino por las influencias -conscientes o inconscientes- que todo creador despliega en el acto creativo y, seamos sinceros, por la consciencia de autodestrucción que impregna todo alma sensible y ae transmite al público en general (gracias, señor Jung, por arrojar cierta luz al respecto). De ahí que todo arte tenga algo de religioso y, si se bucea sin rubor, de funerario. No por morbo, sino porque, al trascender a su creador, da pistas sobre lo que nos trasciende a cada uno de nosotros. 

Egipto, los castigos del infierno de Dante vistos por Doré, las fotografías post-mortem, las diableries, los falsos esqueletos de sirena de los circos de freaks, las cabezas jíbaras reducidas, los trabajos de Joel-Peter Witkins o las masas que aplaudían las ejecuciones son todo uno, y son muestra de que el arte no muere, y resucita a los que en cada obra se encierran. 

El arte, siendo eterno, nos eterniza.

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