sábado, 24 de junio de 2017
Sueño, de Andrés Lima
La relación del hijo con la figura paterna es compleja hasta extremos que solo llegamos a conocer cuando dicha figura deja de estar. Es entonces cuando la hostilidad se convierte en culpa, y el culpable intenta a su manera aliviar tal sentimiento, en ocasiones a través de un homenaje. El de Andrés Lima es bello y duro, al combinar la obra más bella de Shakespeare con la plasmación del bonvivantismo irresponsable que no ceja ante la cercanía del fin, plasmado en la vejez que devuelve a la forzada -y fragil- niñez física; aquella que va en pañales, se cae y no se avergüenza, más que ante determinados recuerdos. El resultado, una obra potente y dulce, que no necesitaba la estroboscopia para lucir por sí sola.
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