martes, 6 de junio de 2017

Refugio, de Miguel del Arco (Centro Dramático Nacional)

Fui ya hace unas semanas y, por una u otra razón, no cumplí la palabra dada a alguien. Inspirada en Teorema, del Pasolini maldito, coge simplemente la idea básica de esa película, para demostrar la fuerza se la palabra. El escenario es, al menos para mi, una inteligente boca que, al final, se traga a todos, y demuestra que hay dos tipos de voces: las que hablan para manipular a otros, y las que nos hablan sin palabras, para enfrentarnos al espejo de nuestras propias mentiras. El extraño atormentado por la culpa que oye sin poder escuchar y, así, elige las palabras que cree le dirigen, sus propias palabras. Y el propio al que no le quedan palabras ciertas, solo su fuerza, para mantener un precarísimo equilibrio creado gracias a la perversión de aquellas.

Quizás las palabras, y las voces, no olviden cuando son torturadas para la maldad, y vuelven para vengarse.

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