Voy ciego,
Sin mirar hacia atrás.
Ya no domino mis piernas,
Ni mis pies,
Ni mi destino.
Sólo sigo
Y oigo, en alguna lejanía,
Palmas que me animan a seguir
Y veo, en algún lugar del cielo,
Ojos que me ven,
Las caras de los míos:
Los que estuvieron, los que siguen y los que vendrán,
Animándome a seguir,
Animándome a no parar,
A no claudicar,
Ni siquiera a las puertas del infierno.
Animándome a seguir
Ante el mismísimo Anticristo,
A escupirle, volverle la cara y seguir adelante.
Por eso,
No pararé.
Y cuando llegue a las puertas del Gehenna,
Y las llamas me quemen,
Y el azufre me ciegue,
Seguiré y, quizás,
De una puta vez sepa para qué me pusieron en este mundo.
Estoy tan cansado que no siento nada
Tan triste que hace mucho dejé de cambiar la expresión de mi rostro.
Por eso sólo me queda seguir.
Y sin llego suficientemente lejos,
Y si me gano mis galones,
Quizás encuentre a alguien responsable,
A alguien con el poder
Como para explicarme por qué nunca he dejado de caminar en círculos,
(como las ardillas en su jaula).
Luis Fernández
martes, 10 de junio de 2008
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