sábado, 29 de agosto de 2009

Santiago de Cuba y el Cobre




Santiago no es la Habana. Santiago mezcla Santo Domingo, San Francisco y cualquier capital cultural, y sale mar, son, revolución y Caribe puro y duro. La cadencia de Santiago es distinta, igual que su lluvia y su calor que se te pega y no te abandona -la ciudad caliente, le llaman-. En Santiago nos leyeron las cartas, y nos dijeron que todo iría bien. Y con Isabel y Pedro tumbamos botellas de ron bebido straight, como ellos dicen. Y bailamos son mientras que los parroquianos de la sala se preguntaban cómo les habíamos encontrado, y qué eran esos movimientos raros que hacíamos. Y conocimos al abuelo, y nos envolvió el dulce sopor de los mojitos del Hotel Granda hasta el punto de dormirnos en los portales. Y pateamos Cespedes, Marte y Heredia. Y subimos y bajamos por un mundo de máscaras de papel artesanales, quinces, arroz con frijoles, agua Ciego Montero, TuKola y, dulce, el sonido de la lluvia que, sin molestar en exceso, no nos abandonó.
Después, el Cobre, la patrona de Cuba, detrás de la que se esconde la Orisha Ochún de la Santería. cientos de exvotos con peticiones a una u otra -qué más da-, de devotos, comunistas y ateos. Y la devoción pura de unos y otros, que aquí olvidamos hace mucho. Cuesta llegar hasta el santuario del Cobre, junto a la Sierra Maestra en que Fidel y el Che se escondieron, pero vale la pena.

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