jueves, 31 de diciembre de 2009

última comida del 2009 con Paco Hernández

En este mundo hay gente que puede arruinarte (es decir, hacerte ruin) y gente cuyo contacto te enriquece: Paco Hernández es de estos últimos.
Paco Hernández es un amigo casi 40 años mayor que yo. Este fenómeno se viene dando de unos años a esta parte, y me ha demostrado que, a veces, compartimos más lugares comunes con nuestros mayores que con nuestra generación. Paco es uno de los pintores vivos españoles más importantes de este siglo, hasta el punto de que Dalí le consideró, expresa y públicamente, el mejor dibujante del mundo. Ha tenido Sala especial en más de una bienal de Venecia, ha expuesto en las galerías clásicas de Madrid, le hicieron una retrospectiva el año pasado y finaliza el 2009 con dos macroexposiciones cerradas para el 2010, una en Málaga y otra en Madrid, ésta con inicio el mismo día de San Isidro. Y sólo hay una cosa a la altura de su genio: un culturón capaz de interrelacionar en la misma conversación -racionalmente, se entiende- el Paso, el apropiacionismo, Lucio Fontana, Soutine, Dubuffet, Picasso, Malraux, el comunismo, los respaldos de la sillería de la catedral de Toledo, el Greco, las teorías de Gregorio Marañón sobre los problemas oculares de este último, la mirada de las prostitutas, la depresión de Antonio López, el vacío creativo del siglo XXI, la valentía de quien no se queda en los productos de éxito, el marketing, el Ribera del Duero con hielo, los castillos austriacos, la incansable búsqueda de la belleza, la honestidad creativa, la amistad y la sana inquietud por el futuro. Respecto a España y su constante reticencia a la autodestrucción -sin más, ruego a los que piensan mal que no extraigan consecuencias interesadas y, de hacerlo, se abstengan de volver por aquí-, sólo resaltaré una frase que, a su vez, le dijo un amigo de esos que pululan por el Gijón al albur de los artistas: Dios, trabaje lo que trabaje, siempre viene a dormir a España. Hubo unas cuantas frases más y un propósito expresado de desvelar a cierta escuela artística como los plagiadores que son, pero se lo dejo a él: no por miedo, sino por respeto.

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