martes, 29 de septiembre de 2009
1984, the actor's gang, Tim Robbins y el casposismo español (spanish dandruffism)
Este domingo fuimos a ver el 1984 del actors' gang, dirigido por Tim Robbins. Más de la mitad de la gente a lo que realmente iba era a ver al protagonista de Cadena Perpetua o Mystic River, siquiera saludando al final de la función, y la cosa se llenó, máxime vistos los precios, más que populares (quitad dos ceros a 400, y se despejará la incógnita). El caso es que, respetando el criterio de Martaté, a mí me gustó tanto de concepción como de desarrollo. La puesta en escena, muy bien resuelta (que dicen los "expertos"), resultó muy resultona (que digo "yo"), y no surgió ninguno de los excesos, salidas de tono y onanismos mentales a los que últimamente los gurús de la escena contemporánea nos tienen acostumbrados. Unica pega: que no podemos evitar ser lo que somos, y los subtítulos se cascaron a mitad del primer acto. Y como somos como somos, no detuvimos a los pobres actores en el mismo momento en que el aparatejo dejó de funcionar; por contra, y esperando a que algún milagro reparara el bicho, los preclaros técnicos dejaron que los actores prosiguieran la obra, ante los rostros perdidos de muchos de los asistentes que, sin la vital asistencia de los subtítulos, llevaban impresas en sus rostros la expresión de quien ve llover. Y tras 20 minutos de interpretación perfecta pero coyunturalmente oscura hubo que pararlo todo y ponerse a arreglar el bicho. Pedazo vergüenza ajena, señores. Al final la cosa esa se arregló, los actores tuvieron la deferencia de volver a empezar desde el momento en que se interrumpió la subtitulación -lo cual permitió volver a disfrutar los 20 minutos finales del primer acto- y prosiguió la obra hasta su fin, con una gran ovación de un público que, consciente del ridículo en que había incurrido el teatro, hacía ver de la única manera en que podía que podía coexistir un buen público con una mala organización. Salió Tim Robbins, con su cara de niño y su pelopincho canoso; sonrió, con esa media sonrisa que hizo famoso su personaje de Andy Dufresne, y nos fuimos con la sensación de que habían pasado muchas cosas en muy poco tiempo. Muy buen domingo, en que ví a Tim Robbins y aproveche para disfrutar de un clásico genial. Y de verdad, no se qué me gustó más.
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