miércoles, 9 de septiembre de 2009

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Escucho a la Piaf y me doy cuenta de que estos días soy más Magritte que Rocamadour. Escucho, más incluso que al Cash viejo, la voz rota de la Piaf en el vinilo que me empeño en torturar -quizás, para forzar su voz, todavía más, en muerte que en vida-; leo más a Umbral y recuerdo una de las piezas más bellas, directas y hermosas que he leído en mi vida:

"Miro a veces los días que pasan como huecos, la luz adolescente que se seca en las copas, el relieve del tiempo granado en las muchachas y el milagro de todo que cuaja sin ser visto. Miro el oro caliente que queda abandonado cuando los niños pierden su inocencia en la tarde, y recojo despacio, con manos de mendigo, el color de la música y el aire de la vida"

Me mantengo en el preocupante estado monótono-productivo que me aqueja cuando espero, y tengo que tener mucho cuidado en lo que selecciono para leer.
tengo ganas de que me dibujen un rostro, y me quiten la manzana de delante

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