martes, 8 de septiembre de 2009

Reconocería los latidos de tu corazón de entre un millón
Reconocería tu sonrisa de entre la multitud que festejó la caída del muro
Tu voz, susurrando, por encima de los gritos que corearon a Owens en Munich
Las huellas de tus pies en la playa de Río
La sombra de tu cuerpo desnudo en la caverna de Platón
Pero, para reconocerla tendría que estar
Y hoy, igual que ayer, -y que mañana- no las veo
No las siento
Y esta noche, como ayer y mañana, esta oscuridad no me deja dormir

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