lunes, 28 de mayo de 2007

de re feminitatis

Es fácil enamorarse, cuando alguien es capaz de comunicar una mezcla de dulzura, feminidad, sensibilidad, fragilidad -que no es sinónimo de debilidad- y, sobre todo, inteligencia y percepción. Hemos tenido que abortar a toda prisa todo rito con atisbo de culto ancestral a la feminidad, yuxtaponiendo cultos fálicos hasta el punto de condenar ad oblitum a aquellas religiones, paganas, según la ortodoxia, que mantuvieron la divinización primigenia a todo lo femenino, y así la luna desapareció, los solsticios pasaron a la literatura y Hawksmoor se entretuvo plagando Londres de símbolos fálicos, a imagen y semejanza de sus congéneres del Coliseo, o de los egipcios. Pero las Venus nunca desaparecerán, los partos seguirán multiplicándose y el ser humano, por mucho que lo intente, nunca podrá evitar estremecerse ante cada nacimiento, cada placenta, cada progresivo aumento de peso, los cambios de olor, el sabor de cada persona, la feminidad.

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