martes, 20 de enero de 2009

Vinilos

El otro día, paseando con la querida chilanga, encontré un doble vinilo estampado ("picture disc", le llaman los iniciados) de los conciertos que Joy Division dio en les Bains-Duches, Amsterdam y Eindhoven en 1980. Tenía todo para llamar la atención de cualquier Friki que se precie: edición limitada a 300 ejemplares, las fotos impresas en los vinilos eran llamativas, olía a vinilo... y en la contraportada una dirección web y un email. Era de hace muy poco tiempo, un LP de la 24 hour party people, apestando a vinilo y plástico de retractilar -como olía el Madrid Rock de la calle Mayor- y del siglo 21. Lo estoy escuchando ahora y me doy cuenta de que nunca abandonaremos el LP, porque los vinilos son como la vida. Hoy se siguen haciendo vinilos, ediciones de lujo exclusivas como la del "Third" de Portishead, con un Pendrive con ficheros MP3 y AVI's para disfrutar, y que nos demuestran que siguen ahí, sólo que ahora se han sublimado, y sólo salen de sus escondites para aquellos que de verdad les echan de menos. El vinilo hay que escucharlo, porque cada vez que abrimos el album, olemos esa mezcla de tintas y plásticos, sacamos el disco de la protección y dejamos que le pase por encima una aguja hecha del mineral más duro del mundo, le estamos imprimiendo rayaduras que son recuerdos, que son cicatrices, que son vida. Tras el ruído de fondo de los vinilos que más escuchamos, tras los rayados, huellas y creciente estática, debajo del ruido del uso, se sigue escondiendo la armonía que nos llevó a comprarlo, hace veinte años o veinte días. Los rayados son las cicatrices del vinilo y, como nosotros, cuanto más se les usa, más historias pueden contar a través de las disonancias que, como nosotros, plagan las vidas. Pero al final, como en las vidas, la belleza de la armonía sigue estando tras los ruidos de fondo. Sólo hace falta sentarse, cerrar los ojos y descubrir que la belleza que nos enamoró, la armonía de las notas que son ecuaciones perfectas que rigen el universo desde que flotábamos en líquidos amnióticos tan distintos como nosotros, sigue ahí. Escucho "Atmosphere" en el tocadiscos, vuelvo a Ann Arbor hace 20 años, cierro los ojos, y nunca me he ido.

1 comentario:

Quim dijo...

Estas Navidades y después de varios años (desde la última mudanza) he ordenado mis discos y he vuelto a sentir muchas de las sensaciones que mencionas. Yo añadiría otra gran virtud de los álbumes de vinilo a la que los nuevos formatos nos hacen renunciar: el arte gráfico (de dimensiones apreciables, se entiende). Aquí tienes una buena selección de 100 portadas (las últimas 20 son descacharrantes, no te las pierdas):

http://www.popphoto.com/americanphotofeatures/5607/browse-all-100-best-photo-album-covers.html