
Estamos locos. Si a mí me dieran a elegir entre la vida humana más "insignificante" (entrecomillo porque no hay vida humana insignificante) y la Gioconda, quemaría ese cuadro que, al final, no es más que eso, un puñetero cuadro -y les habla un coleccionista de casi todo-. Pero abolir las corridas de toros en Cataluña, cuando casi simultaneamente se ha autorizado por la Generalitat la matanza de miles de jabalís llegando a usar venenos me parece, cuando menos, un poco incoherente, ¿no?.
Respeto a los agricultores, pero leche, creo que el mismo respeto se merecen todos los profesionales que vivían del toreo, y éstos no son solo los empleados directamente como consecuencia del negocio taurino, sino los hosteleros, los reventas, los que se sacaban unas pelillas ayudando a los guiris a conseguir entradas, los Tour operators que organizaban las excursiones ex profeso a la Monumental. Los dueños de los bares de la zona, los carniceros, los vendedores de puros, aguas, almohadillas y patatas fritas; los fabricantes de abanicos, los impresores de la cartelería, señalética y entradas... No todos los que van a perder con esta prohibición son empresarios taurinos o ganaderos de Lamborghini, picadero y rubia oxigenada con abrigazo de visón: también perderán -y más o todo, porque éstos no tienen asesores financieros-, los camareros de los baretos que te ponían la tapita antes (o después) de la corrida, los que echaban la manta con sus cuatro cosas para vender a la salida de la Monumental y otros tantos. Pero no importa, que les jodan, ¿no?
Pero qué más da: lo importante es quién ha ganado el pulso (porque de los toros, de los toros, en realidad... ¿se ha preocupado alguien en serio? no me joroben y, al menos, seamos consecuentes)
El nene