viernes, 17 de septiembre de 2010

China interior


Alguien que me importa mucho me ha puesto de manifiesto que escribo sobre mi mes en China como un testigo o cronista: más o menos divertido, más o menos curioso, más o menos admirado, pero que a fecha de hoy todavía no he escrito sobre la huella de China en mí. Son las nueve de la noche, sigo en el curro, he aprovechado para colgar una canción que me encanta, y me pongo a pensar sobre lo dicho. Y es que este viaje no ha sido un viaje. Ha sido una vuelta a una época en que todo era más fácil. Me he hecho volver a clase; he conocido a gente alegre, inteligente y, por todo ello, divertida y llena de confianza en la vida y en el futuro. Y las ganas de vivir, afortunamdamente, también se contagian. Y con una enfermedad así el cielo es más azul (por mucho smog que haya), las cosas son más bellas, el pato sabe mejor, las sonrisas son más grandes y el mundo es a la vez más pequeño y más grande y genial. Miro hacia atrás y me veo saliendo del edificio 17, a encontrarme con Daniel, silvia, Susana y Constantina para ir al parque del Templo del Cielo a ver el atardecer. Me recuerdo con shorts, sandalias y una de mis camisas de italiano trasnochado -que diría Esther-; recuerdo cómo me sentía, y me sentía pleno. Dios debe tener guardada por ahí una máquina de producción de partículas de felicidad por irradiación, y este agosto la dirigió a la habitación 519 del lou 17. Y acertó de plano. Y cada cosa que pasaba era maravillosa, única, y quedaba en la memoria, debidamente procesada y guardada para ser rescatada en futuros momentos menos buenos -que vendrán, como siempre-, momentos en que necesitaré recordar el lugar, la gente y las coyunturales sensaciones de feliicidad plena, de que el Tetris estaba completo, de que todas las piezas habían caido maravillosamente, todas y cada una, en el mejor de los sitios, y que el premio recibido era sabia, calma, omnicomprensiva y rara paz. Y eso, señores, es felicidad. Y como toda la felicidad, hay que compartirla con quienes quieres, aunque sólo les conozcas de comentarios puestos en este remedo de blog. Y por eso escribo: para compartir con mis amigos lo bueno y lo no tan bueno, el conjunto de todo lo cual, que diría aquel, es la vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

no comento porque no hay palabras, hasta a mi me has transmitido esa serena paz ..omb woman

Anónimo dijo...

La verdad es que China puede formar una categoría dentro de este blog, por todos tan querido. Y es verdad que si "China interior" pone broche de oro a las crónicas tan peculiares de nuestro "Creador-de", no lo es menos que este epílogo es sólo el comienzo de lo que ya está dentro de él, y que a modo de sutil perfume nos ha invitado a oler través de algunas gotas; bien sea la de engordar más su "ser-social" en nuevos amigos, la del pato exquisito, la de la cerve Tsingtao, la del comentario frikérrimo de llegar hasta Chomsky. Lo mismo dá. Nos dá lo que quiere, y se lo cogemos encantados porque es él.

Se imaginan algo del tipo: "China, día uno. Hemos aterrizado temprano(...)". Coñazo! A mí, y ahora sí que encarno la primera persona completamente, me gustan las píldoras que pueblan este blog,(nunca remedo, sino formato con original contenido) que me descargan la vista de mis quehaceres cotidianos, que me esbozan una sonrisa con una coña, o que me deleitan con una imagen o melodía o un recuerdo de niñez, o el juicio agudo de cualquier aspecto que podría engrosar cualquier erudito ensayo, todo ello entreverado y encarnado, porque este blog, queridos amigos, este blog es nuestro "Creador-de".

Anónimo dijo...

Y es que además nos lo has contado de tal manera, que nos dejas como si hubiéramos estado todos allí, contigo, y tus experiencias fueran también las nuestras, como si nosotros también nos hubieramos comido los dichosos alacranes, como si nuestros ojos hubieran vislumbrado la misma puesta de sol en el templo del Cielo para acabar sintiendo la misma exaltación del alma que produce esa dicha que transmites.

Gracias, amigo, porque tu viaje es nuestro viaje. El verano que viene te mandamos a Malasia.

Will dijo...

Yo estaba allí en China con Luís, para mí sus palabras son agridulces. Dulces porque me traen muchos buenos recuerdos, agrias porque echo de menos a mis amigos. Sigues escribiendo amigo, disfruto mucho de lo que escribes.

Leónidas dijo...

Me alegro, y no sabes bien cómo, de que encontrases esos momentos de felicidad que tan bien nos transmites.
Como dicen los demás, no dejes de escribir y compartir tus experiencias y coñas, las unas y las otras nos enriquecen.
Pero con lo que me quedo es con lo de "guardar esos momentos buenos para rescatarlos cuando lleguen los menos buenos".
Eso ya es sabiduría.