miércoles, 20 de junio de 2007

Canción para una muchacha muerta. Vicente Aleixandre

Díme, díme el secreto de tu corazón virgen,
díme el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma.
Díme por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.
Díme por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.
Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.
Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes.
¡Oh tú, cielo riente que pasas como nube;
oh pájaro feliz que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!

(Donde unos pies desnudos se bañan con espuma)

1 comentario:

Anónimo dijo...

A Silvia. Giacomo Leopardi

Silvia, rimembri ancora
quel tempo della tua vita mortale,
quando beltà splendea
negli occhi tuoi ridenti e fuggitivi,
e tu, lieta e pensosa, il limitare
di gioventù salivi?

Sonavan le quiete
stanze, e le vie d'intorno,
al tuo perpetuo canto,
allor che all'opre femminili intenta
sedevi, assai contenta
di quel vago avvenir che in mente avevi.
Era il maggio odoroso: e tu solevi
così menare il giorno.

Io gli studi leggiadri
talor lasciando e le sudate carte,
ove il tempo mio primo
e di me si spendea la miglior parte,
d’in su i veroni del paterno ostello
porgea gli orecchi al suon della tua voce,
ed alla man veloce
che percorrea la faticosa tela.
Mirava il ciel sereno,
le vie dorate e gli orti,
e quinci il mar da lungi, e quindi il monte.
Lingua mortal non dice
quel ch’io sentiva in seno.

Che pensieri soavi,
che speranze, che cori, o Silvia mia!
Quale allor ci apparia
la vita umana e il fato!
Quando sovviemmi di cotanta speme,
un affetto mi preme
acerbo e sconsolato,
e tornami a doler di mia sventura.
O natura, o natura,
perché non rendi poi
quel che prometti allor? perché di tanto
inganni i figli tuoi?

Tu pria che l’erbe inaridisse il verno,
da chiuso morbo combattuta e vinta,
perivi, o tenerella. E non vedevi
il fior degli anni tuoi;
non ti molceva il core
la dolce lode or delle negre chiome,
or degli sguardi innamorati e schivi;
né teco le compagne ai dì festivi
ragionavan d’amore.

Anche perìa fra poco
la speranza mia dolce: agli anni miei
anche negaro i fati
la giovinezza. Ahi come,
come passata sei,
cara compagna dell’età mia nova,
mia lacrimata speme!
Questo è il mondo? questi
i diletti, l’amor, l’opre, gli eventi,
onde cotanto ragionammo insieme?
questa la sorte delle umane genti?
All’apparir del vero
tu, misera, cadesti: e con la mano
la fredda morte ed una tomba ignuda
mostravi di lontano.


(Traducción)

¿Silvia, recuerdas aún
aquel tiempo de tu vida mortal,
en el que la belleza resplandecía
en tus ojos risueños y fugitivos,
y alegre y pensativa, los umbrales
de la juventud cruzabas?

Resonaban las quietas
estancias y las calles,
con tu perpetuo canto,
cuando ocupada en femeninas obras,
te sentabas gozosa
del bello porvenir que acariciabas.
Era mayo oloroso: y tú solías
así pasar las horas.

Yo los gratos estudios
dejando a veces y los arduos folios,
que del tiempo primero y de mí mismo
lo mejor consumían,
desde el balcón de la paterna casa
al sonar de tu voz prestaba oído
y a la mano veloz
que recorría la fatigosa tela.
Miraba el cielo terso,
y las calles doradas y los huertos,
y el mar, de aquí, a lo lejos, y allá el monte.
Lengua mortal no dice
lo que sentía por dentro.

¡Qué pensamientos suaves,
qué esperanzas, qué amor, oh Silvia mía!
¡Qué parecía entonces
la vida humana o el hado!
Cuando me acuerdo de esperanza tanta,
un afecto me oprime
acerbo y desolado,
y me vuelve a doler mi desventura;
oh natura, oh natura, ¿por qué no cumples luego
lo que ayer prometías?, ¿por qué tanto
a tus hijos engañas?

Tú antes que invierno marchitase el verde,
por mal oculto combatida y yerta,
morías, tierna niña. Y no veías
la flor de la edad tuya;
no te halagaba el pecho
el dulce elogio de tu pelo,
o la pupila enamorada, esquiva;
ni en las fiestas contigo tus amigas
de amores conversaban.

También morían pronto
mis dulces esperanzas: a mis años
también negaba el hado
la juventud. ¡Ay, cómo,
cómo pasaste tú,
amada amiga de mi edad primera,
mi llorada esperanza!
¿Aquel mundo era esto?, ¿eran éstos
los goces, el amor, y los sucesos
de los que juntos conversamos tanto?
¿Ésta la suerte de la humana gente?
Al surgir la verdad
tú, mísera, caíste: y con la mano
la fría muerte y la desnuda tumba
mostrabas desde lejos.

(Dio è nella schiuma del mare)