jueves, 19 de julio de 2007

contraguiño a Martaté

A raíz (y en agradecimiento por el cumplido vertido al mismo) del post de la querida Martaté en su genial blog Madrid me Mata , hago una reflexión, ulterior y consecuencia del mismo: ¿verdaderamente avanzamos, o no hacemos sino huir? Como comment a su último y genial post , colgué el famoso poema "pursuit" de Dobyns (¿o era Koontz?), que no hace sino reflexionar sobre la naturaleza de las vidas vividas deprisa. Y así, y llegado a un punto que he ido tan deprisa que me temo que sea mi propio organismo el que me pare, me pregunto si no corremos para huir de la madurez, de la necesidad de ordenarnos, de pensar, de afrontar la vida, de modo que la huída hacia adelante no es sino una excusa para no hacer frente a las exigencias de la edad, la propia existencia, o nuestras conciencias. Y así, huyendo hacia adelante y haciendo muchas cosas en poco tiempo, y consiguiendo metas, ¿no estamos sino construyendo una excusa válida para nosotros mismos?. Creo que, subconscientemente, cada uno de nosotros es consciente de lo que verdaderamente está haciendo y omitiendo, y de que, en el fondo, tanto movimiento nos ha estancado entre saber que huímos de algo y saber, también, que al final esto se acaba, por mucho que corramos. Tan caótico es quien vive desordenadamente y huye día a día, como quien se encierra en una existencia plácida y se dedica a limpiar neuróticamente cada rincón de su casa, rezando porque ésta se vuelva a ensuciar para tener algo que hacer, algo que le impida pensar en una vida que va pasando y que no se ha satisfecho. Qué mora en el fondo de nuestra necesidad de vida, de velocidad, de llenar cada segundo con mil cosas? la necesidad de tener una explicación por si acaso, al final del camino, no hemos logrado encontrar lo que verdaderamente buscábamos. Y en el fondo, tanto quien vive y se va, corre y no para, como quien se encierra en su perfecta casita, son igual de cobardes. Y lo saben, pero no les importa. Lo que no saben, es que la vida pasa, y la cobardía impide precisamente vivir la única vida que llenaría, la vida en que las decisiones tomadas, con independencia de su resultado, son, como decía Juan, aquello de lo que nunca nos arrepentiremos y hará que lleguemos a la conclusión última de que fuimos NOSOTROS quienes vivimos nuestra vida, y no nuestra vida, o los demás, quienes la vivieron en nuestro lugar.

1 comentario:

Quim dijo...

Tu análisis me parece especialmente valioso por dos razones. Primero porque está contrastado con la realidad (algún día me enseñarás el punto concreto de la meseta castellana donde volviste a nacer aquella infausta madrugada de domingo a lunes). En segundo lugar porque, tras haber reconocido el origen del mal, planteas una vía de progreso que es, simultáneamente, consistente con las lecciones del pasado y coherente con tu propia idiosincrasia.

Pero, ¡ojo! Alcanzar el punto de equilibrio adecuado entre tu Existencia y la del resto de elementos que integran el universo no es algo que resulte de un proceso lineal, con una meta al final del camino. Todo lo contrario. En mi – siempre molesta – opinión, quien mejor supo condensar la noción del mencionado equilibrio fue Antonio Machado, y Serrat le puso música:

http://www.youtube.com/watch?v=Z5ZEce_4fJs