miércoles, 18 de julio de 2007

Sobre el verdadero amor (reflexión de Quim que vale la pena plasmar)

Como en otras ocasiones, y visto que cierto quasi-italiano se sigue negando a intervenir, tengo el placer de plasmar literalmente una reflexión de mi querido Juan, uno de mis mejores amigos -en el sentido más estricto del término-, reflexión que tuvo a bien regalarnos a Fernando y a mí en una época de crisis profundas y simultáneas con nuestras entonces ...¿novias? (algún día, de aquí a muchos años, explicaré la prolijidad de suspensivos e interrogaciones). Es una perla que vale la pena copiar, con permiso del Sr. B.

"Queridos Fernando y (Demagophobe):
En lo párrafos que siguen podréis leer mi particular visión del amor de pareja, y de lo que -- en mi molesta opinión -- hace falta para que el mismo se materialice en una experiencia plenamente satisfactoria. Como amigos míos que sois, me gusta veros felices y, seamos francos, en el tema de las féminas, últimamente no os va muy bien. Mi intención no es pontificar ni sentar cátedra. Primero, porque se trata de una simple punto de vista y, como tal, absolutamente subjetivo y maleable. Segundo, porque vosotros tenéis (deberíais tener) vuestra propia visión sobre la cuestión. Tercero, porque el amor de pareja y, concretamente, el modo en que yo lo concibo, es sólo una de las múltiples posibilidades de interacción afectuosa con las mujeres que resulte, además de placentera, enriquecedora a largo plazo. Solamente aspiro a que lo que viene a continuación os haga reflexionar. Si además aprendéis algo que os permita sentiros mejor en vuestra(s) relación(es) con el otro sexo (mal llamado débil), ¡bingo!
Si dejas o traicionas a tu pareja cuando otra mujer más atractiva (o con más dinero, o más ocurrente, o intelectualmente más afín, o lo que sea) se cruza en tu camino, entonces lo que buscas no es amor (de pareja, digo; hay amor de otros tipos). El verdadero amor no requiere ninguna de las anteriores cualidades, aunque puede surgir a partir de la atracción inicial que dichas cualidades generen. Yo quiero que una amiga sea ocurrente, quiero que una amante sea atractiva, quiero que una clienta o una socia sea rica. Por supuesto, la pareja es una amiga, una amante y, a veces, una proveedora, socia o empleada. Pero la pareja es mucho más que todo eso: el hecho diferencial de la pareja (de la persona amada) es que *tú la amas*, y ella te ama a ti.
¿Qué significa todo esto? Pues que el amor, por definición, consiste en devoción por el otro y en sacrificarse por él, no en el interés propio. Que quede claro que en general no creo que se puedan definir estas cosas de manera inalterable, por los siglos de los siglos amén, sin con ello resultar arbitrario. Pero lo que ahora trato de describir no es tanto una función del leguaje sino un rasgo propio e innato de la naturaleza humana. Así que si vuestra primera reacción a la definición que hago del amor ha sido de rechazo, por favor, dadme una oportunidad para que me explique mejor.
A menudo se dice que el amor es *trascendente*. ¿Por qué creéis que es así? El amor, si ha de ser trascendente, debe trascender (valga la redundancia) el mero deseo personal. Esto es lo le confiere al amor todo su poder.
Dicho de otro modo y en síntesis, la esencia del amor es el auto sacrificio.
¡Qué idea tan conservadora y poco atractiva! ¿Qué podría convencer a alguien para que sacrificara sus propias necesidades por las de otra persona? Nada. Es ilógico, irracional, ¿verdad? No tan deprisa. Cuando encontramos a la destinataria adecuada de nuestro afecto, esta clase de amor es capaz de elevarnos por encima de nuestro limitado interés propio. Y hay algo en ello que resulta enriquecedor, me parece, de una manera que el "amor" egoísta no puede serlo. Se puede vivir para los demás de un modo que jamás podremos vivir si es sólo pensando en nosotros mismos.
Cualquier economista, psicólogo, o biólogo os dirá que los seres humanos estamos básicamente programados para ser egoístas. Esa es la norma por defecto. Pero muy a menudo la consecuencia es, inexplicablemente, un estado de vacío interior. Se supone que somos egoístas, pero a la vez no podemos estar totalmente desconectados de los demás. Ya sabéis, lo de que un hombre no es una isla ...
Todo esto nos sitúa frente a dos opciones. En primer lugar, lo que he bautizado como el "modelo pijo" ( pijo como sinónimo de frívolo o superficial en términos generales, no necesariamente asociado con ninguna tendencia o estética concreta). Esta opción consiste en alcanzar con tu pareja un acuerdo de mutuo egoísmo. Yo estoy contigo -- dirán los miembros de este tipo de pareja -- mientras me hagas feliz y satisfagas mis necesidades. Y a cambio yo trataré de que tú estés feliz y tus necesidades cubiertas. Si dejas de hacerme feliz y/o no satisfaces mis necesidades, lo dejamos estar. Agur yogur y que nos quiten lo bailao.
El modelo pijo, ¿no es cierto que suena más a pacto de conveniencia que a relación verdadera? Y tampoco parece demasiado enriquecedor. En el otro extremo, disponemos de la segunda opción -- llamémosla "romántica" --, por la cual personalmente me decanto y en la que el amor es concebido como auto sacrificio.
La clave del segundo modelo: si yo te tengo más en consideración a ti que a mi mismo, entonces tus necesidades se verán satisfechas. Y si tú me tienes más en consideración a mí que a ti misma, entonces mis necesidades se verán satisfechas. Además, ambos nos beneficiaremos de los efectos positivos del altruismo, y de saber que nuestras vidas tienen un fin más elevado que la simple contribución al placer egoísta del otro.
Evidentemente, la fórmula del éxito requiere la pareja adecuada, pero aún no hemos llegado a este punto.
"Vale", me parece oíros objetar, "pero uno no puede ser desprendido todo el rato". Tenéis razón, vale. Lo que estoy formulando es una definición teórica del amor: en la práctica, y como seres humanos, somos imperfectos, y nos equivocaremos de vez en cuando. Eso es normal, *no pasa nada*. De hecho, se puede aprender de los errores cometidos, para que no se vuelvan a producir y, además, para alcanzar un conocimiento mejor de las necesidades de ella, y ella de ti.
Otro error recurrente consiste en clasificar el amor como un sentimiento. No lo es, no puede ser sólo eso. Puedes, por supuesto, sentir amor (o sentir que te aman, o sentir que otros aman a otros). Pero el amor es mucho más: el amor es una decisión, una elección, que consiste en poner los intereses de otro por delante de los tuyos. No importa el grado de emotividad que haya contribuido a la toma de la decisión, puesto que el amor no se *reduce a* la emoción sentida.
Hacer que el amor sea básicamente una elección, y no un mero sentimiento, hace que la responsabilidad revierta en ti. Adoptar una actitud contemplativa, esperando a que ese "Amor Verdadero" (o "La Madre de Mis Hijos") te encuentre a ti, no funciona. Cuando aceptas el hecho de que tal persona no existe, y que el amor consiste básicamente en un acto de fe, una aceptación absoluta del otro sin motivo que la justifique, solamente entonces puedes elegir cuándo, y bajo qué circunstancias, y hasta qué punto, estás dispuesto a comprometerte. Solamente a partir de ese momento estás preparado para encontrar a tu verdadera amada.
Y comienza la búsqueda"

(Gracias, Quim)

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