martes, 3 de julio de 2007

Dandies, epicúreos, gourmets y hedonistas varios

A la sazón del último post, donde se intentaba en cierto modo describir el dandismo decimonónico, alguien teoretizó sobre cómo se debería describir al dandi contemporáneo. En una época en que actualidad es sinónimo de globalización, creo que el dandi moderno no debe ser sino el crisol de lugares, conocimientos y, sobre todo, épocas. Así, un dandi debería comenzar desde dentro, por lo que habremos de partir, como materia prima, del modelo humanista renacentista: un ser cuya primera inquietud era la mens sana. Si a esa mens sana -y global- se le aporta como habitáculo una domus epicúrea, id est, dividida en discutorium, vomitorium y, cómo no, venereum -no pudiendo prescindirse de una buena biblioteca y mesa de tertulia, ni del jardín, por pequeño que sea-, tendremos la base, interna y de entorno, adecuada. Vistámonos como los italianos (no como las italianas, por favor), y ejercitemos unos modales old-fashioned: con su ápice de flema británica, su snobismo decadente, una apología de lo retro-kitsch y, por favor, seamos siempre caballeros: nada molesta más a las funestas pseudofeministas y a los promotores de rolex de a Kilo. Reloj discreto pero con tourbillón, bajos del pantalón rematados interiormente, reminiscencias de Dorian Grey, Valmont y Sócrates, y algún vicio coleccionista inconfesable, pero evidente (se admite desde pipas de maíz de Oklahoma hasta figuritas de Ciencia Ficción, bibliofilia, daguerrotipos eróticos, propaganda republicana, intonsos...por favor, ni marfil, ni netsukes). Recomiendo la lectura de los inimitables "pero hubo alguna vez once mil vírgenes" de Jardiel Poncela; el retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde, "el destino se llama Clotilde", de Guareschi, cualquiera de Tom Sharpe, y, de ser posible, el gran icono de la cocina: el "grand dictionnaire de cuisine", de Alejandro Dumas. No es Simone Ortega, pero ahora que Andrés Madrigal y Flequi han rescatado los sabores medievales y las catas ciegas, hay que ponerse las pilas. Al respecto, para darse un homenaje disfrutando de todos los sentidos, recomiendo encarecidamente pasarse por Atocha 34, espacio Alboroque, pedir un reservado, elegir bien la compañía (es decir, no pensando en el después, sino en el durante), y disfrutar del paso de los minutos y los platos de degustación. Vale

3 comentarios:

Carlos Atanes dijo...

Espero que calificando de funestas a las psudofeminstas no pretenda sugerir que las no-pseudo no son funestas...

Quim dijo...

En un ejercicio de suprema contención voy a limitarme a comentar lo siguiente: no es lo mismo ser un dandy que practicar el dandismo, ni joder que estar jodiendo, como tampoco lo es un tubérculo que ver tu culo.

Ya te vale, demagophobe, ya te vale ...

demagophobe dijo...

Querido Carlos: las feministas sin pseudo son, al menos, predecibles en respuestas y comportamientos. Las pseudo, son totalmente impredecibles, volátiles, móviles como la donna...; querido Juan, no te contengas: la ironía y la mordacidad son per se atributos del dandy que, nacido, se regocija en precticar lo que no es sino natural emanación de su ser. La alegría al encontrarte es mutus: cuando vengas a Madrid, habrás de conocer al Sr. Atanes, pus eres digno de cualquier tertulia, de cualquier época.